miércoles, 28 de julio de 2010

El beso iraní y Los mosquitos alemanes

En tiempos de cultura zapping, aquí van dos microrelatos, como para saltar al siguiente antes de aburrirse con el anterior.


El beso iraní.

Cambio un poco el recorrido habitual a la facultad. Es algo que hago sin darme cuenta por qué, pero enseguida me doy cuenta que busco experimentar algo "distinto" antes de comenzar con la rutina. Simplemente algo que me llene un poco el alma para comenzar el día con otro aire. Dicho y hecho, pues concurro a la facultad con mejor ubicación paisajística por lejos y no cuesta mucho deleitarse con la costa montevideana, ver un poco el mar y disfrutar de ese aire frío, helado y con gusto a sal, antes de meterse a calentar las neuronas. Por eso, por ese cambio, mi bicicleta ahora tropieza con otros pozos, va por otros repechos, acelera con otras bajadas y pasa por la Embajada de Iran. Veo entrar mujeres con cara tapada, vestidas con un estilo que me convence que ese pequeño gustito para el alma que estoy buscando esta mañana ya está encontrado y que a partir de ahora todo lo que venga será un regalo extra para comenzar, pero mis expectativas, claro está, ya están cumplidas. Como suponiendo que todos los que trabajan allí son iraníes, mi mente se deslumbra al ver que el seguridad parece ser bien uruguayo, de mate humeante, con agua recién salida de la caldera, termo con pegotín de peñarol y cara de sereno que trabajó las últimas 20 horas y tuvo sueños en los que se metía la voz del telechat que salía de una tele de 10 pulgadas a blanco y negro en esa caseta con escarcha. Esa imagen de sacrificio, o mejor dicho, de poco sueño, de sueño interrumpido, cambia cuando veo a una señora de mediana edad llegar, darle un beso al bigote canoso y darle un fuerte abrazo que da un poco de calor luego de una noche fría. Conversan brevemente, se acarician, se besan de vuelta, se dan unos mimos más y ella sigue su rumbo. Él se queda en la caseta, mirándola hipnotizado, completamente fuera de su oficio, desatendiendo sus responsabilidades, y con plena indiferencia de ello, lleno de vida en los ojos y ganas enfrentar el frío con otra actitud. Se da cuenta que el mate ya no es necesario, que ya se siente calmado y que con ese simple beso iraní, puede arrancar feliz.




Los mosquitos alemanes.

M-Hola, si, me dijeron que para poder jugar en la liga universitaria tenía que venir acá, para revalidar este título.
S-Sí, a ver...
M-Es de Alemania.
S-Esperá que llamo a Julio. Julio!!!
J-Hola, cómo te va? Título extranjero?
M-Sí, para revalidarlo, estoy por inscribirme en la liga.
J-Tenés la traducción, traductor público y toda la cuestión?
M-Sí, acá tengo todo.
M Saca la carpeta, con traducciones varias y se la entrega. M vivió mucho tiempo en Alemania y tiene casi tantos trámites hechos como días vividos. No sólo eso, sino que en su gran mayoría fueron hechos en Alemania y está acostumbrada a usar carpetas, marcadores y revisar mentalmente entre tres y cuatro veces la lista de documentos necesarios para realizar un trámite. Si por alguna razón siente que le falta algo mientras está en camino, frena el paso, revisa mentalmente su lista y sigue.
Julio saca un marcador flúo, señala lo ya señalado en negrita, no revisa la firma del traductor, se rasca la nariz, piensa en la conferencia que está por dar Maradona luego de dejar la selección argentina, mira a M a los ojos y dice:
J-Esto está perfecto.
M respira hondo, aunque ya sabía que todo estaba bien, pero necesitaba que el del otro lado del mostrador lo dijera para asegurarse. Piensa que pronto estará en las canchas, como en tiempos adolescentes jugando a lo que más le gusta. Junta sus documentos y comienza su retirada para seguir el trámite , ya con el reconocimiento hecho.
J-Esperá, esperá, no huyas, no huyas querida, tengo que hacer un par de cositas antes.
M- Ah...bueno, dale, no hay problema.
Julio va a su escritorio, digita algo, se toma la cabeza y dice
J-Sabés que capaz te la tengo que ingresar como que es una universidad de Berlin, vos cualquier cosa decí que estudiaste en Berlin, porque no sé por qué pero el programa no me la reconoce. La otra vez, con otra que vino ya tuve problema con eso, incluso probé ponerle Munich y no anduvo. A ver esperá. Che, S. ingresame esta universidad, te animás? No me la reconoce, no sé por qué.
S- A ver? Pasame, pasame nomás.
Unos segundos de tensión en M. Su imagen de deportista adolescente se evapora instantáneamente y un obstáculo, hasta el momento inadvertido aparece. Esperemos se resuelva.
S intenta unos segundos y enseguida se da cuenta.
S-Pero Julio, sabés por qué es que no te la reconocía? Porque en alemán universidad se dice universiTAT, entendés? El programa es vivo, hay que hablarle como correponde.
J- Bueno che, ahora tengo que saber alemán también?
S- Y mirá esto, te la encajo con puntitos si quiero, como DEBE ser. Porque en alemán universidad va con puntitos, es universiTÄT. Viste cómo se aprende algo nuevo todos los días? Hoy cuando llegue a casa le voy a comentar a mi señora que en alemán, universidad va con puntitos.
S sigue investigando, su curiosidad trata de descifrar las incógnitas del programa y las barreras culturales.
S-Mirá, acá está la que intentaste ingresar el otro día y la anotaste como de Berlin. Era de Tubbingen la mina?
J-Sí, yo que sé, creo que sí, era una bióloga o algo así, se fue para Alemania a estudiar los mosquitos alemanes, como si acá no hubiera mosquitos, pero bue..cada uno con lo suyo no?
S-Pero qué bien que quedan los puntitos en esta Ä, qué bien que quedan. En español tendríamos que tener esos puntitos más seguido, sólo aparecen si escribís pingüino o paragüas o alguna palabra que otra más, pero nadie lo pone, no es lo mismo. Estos tipos respetan los puntitos de verdad, los ponene en un documento te das cuenta? Los respetan porque por algo son puntitos, sino no serían, no existirían.
Lo que nunca sabrá el curioso S. es que la muchacha de Tubbingen se llama L. S. y vivió casi 6 años en un monoambiente con M, que son amigas desde la infancia, que L venía a comer lasagna los domingos a lo de la abuela de M y que se animó a decir que no le gusta el chocolate, que se disfrazó con M para ir a ver el móvil en directo del programa "Decime Cuál" cuando estuvo en Uruguay y que engendraron una amistad pocas veces vista. Tampoco sabrá que jugarán en el mismo equipo, el de los títulos raros, con puntitos y tampoco sabrá que el hermano de L juega al fútbol los martes con el hermano de M y menos que menos va a saber que el padre de L fue quien le dio el primer trabajo a otro hermano de M, donde conoció a quien hoy es su novia, futura mujer y madre del hijo que pronto tendrán, sobrino de M y motivo de expectativa general.

4 comentarios:

  1. El mundo es un pañuelo. Y esos mosquitos (con ü) cuando vengan a Uruguay van a tener quien los ataque.
    Pd. me encanto el nuevo look del blog, veo que cambiaste de rumbo.

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