sábado, 25 de junio de 2016

La calle Urquiza

Es verano y las ventanas de las casas están abiertas. En Urquiza se escuchan algunos sonidos de cubiertos contra platos, se huele el frito que sale de los extractores ruidosos que giran frenados por la grasa de varios meses. Se ve a Jacobo regando un pequeño arbusto. Quizá la primera vez que pienso que los árboles también empiezan siendo niños, y que cuando sea grande quizá vea a ese árbol proteger la cuadra. Sobre el final de la calle se escucha el ruidoso relato de una AM que indica que a Dely Valdes le arrancaron la cadenita, y con eso, su fama goleadora. También está Susana o Laura o como se llame, la mamá de Seré, que es lo más parecido a un famoso que tenemos. Enfrente la peluquera, que saca de una caja un nuevo secador que estará pagando hasta el próximo verano. Se lo ve a Leo, haciendo lagartijas sin descanso, con una película de Rocky en la tele. Al fondo aparece Wilson, que viene gritando en la bici rodado 12, que mañana quiere volver a la plaza para hacer picado con los de la otra cuadra. Mientras tanto, Roberto practica frente al espejo lo que tiene preparado para su programa de mañana: 
-Buenos días, señoras y señores, amantes fervientes de nuestra música, apasionados de la vida y por eso, del tango. Hoy queremos dedicarle un ratito, aunque sea un bloque, a un grande, - toma aire y pone la voz tan grave como su anatomía se lo permite- al varón del tango, la voz emblemática del Río de la Plata, el señor Julio Sosa.
Baranzano abre un momento las puertas del garage y adentro se puede ver una bicicleta vieja, de cadena oxidada y rueda de media carrera. Más acá una caja de herramientas que parece tener todo, absolutamente todo, menos elementos nuevos.
Enfrente, está el pasillo de la pensión que se escurre hacia el fondo. Las puertas laterales encierran historias que no se conocen. Quizá un colchón y una pileta, con un hombre solo que se las arregla siendo la versión urbana, de lo que fue antes de llegar a la capital, en su vida errante y rural en los tambos del litoral. Quizá una chica joven, que viene de otra pensión en Palermo y que opta por una que aparenta más tranquila. Quizá, pero no sabemos. 
En la calle está Ravera, dominando la pelota sin camiseta. Flaco que da lástima, pero practica hasta el cansancio, descalzo, de patas negrísimas, con la planta hecha suela, concentrado, mirando la pelota y pensando que algún día quiere jugar en un estadio. Lo miran varios amigos, uno de ellos relata con voz de radio, el otro se agarra la panza para aguantar la risa. Al costado las baldosas pintadas con la tiza de una rayuela de ayer, marcan el arranque de la carrera hasta la esquina que se ve interrumpida por un bombazo de agua desde uno de los balcones. Se respira una brisa suave de verano, que viene mezclada con olor a costillas de cerdo que viajan varias cuadras, desde El Palo Verde hasta la plaza.
Don Carmelo se sienta en su silla que arrima a la vereda. Cierra sus ojos malhumorados y por un momento descansa pensando en la costa amalfitana. Repite este ejercicio todas las tardes, cuando amainan los clientes y hace un esfuerzo por ver su patria igual que la dejó, hace 40 años. Piensa en Guglielmo, su hermano, que decidió irse a Argentina y que le escribe regularmente para tratar de convencerle que se vaya a vivir con él. De vez en cuando lo considera, pero no se lo dice.
De "las maqui" sale Sergio, después de haber ganado en la "Street Fighter" contra Fernando. Apostaron un helado palito, pero Fernando se gastó lo último en la ficha. Se sientan en el cordón y lo ven al chueco 14 hacer un willy de media cuadra. Aparece el hijo de Sotello y le dice que van a hacer un Shopping o una Terminal de ómnibus donde está la plaza, que se lo dijo una de las hijas de Charruti, que como está en el Taxi, se entera de todo. 
Donde empieza Urquiza, ahora termina, porque la flecharon hacia el centro. Antes empezaba en una plaza, dentro de poco terminará en un shopping. Las ganas de crecer de esta calle se ven encerradas por una terminal en construcción. Y con ello, junto al árbol que hace crecer Jacobo, también surgirá un mundo que no imaginamos para la zona y esta foto de barrio será sólo un recuerdo.