martes, 28 de julio de 2015

La visita a Villa Calonga

Se está comentando en la cuadra que vienen. Susana me contó que llegan la semana del 20. A mí me dijo Martita en la peluquería que era recién el mes que viene. En el taller comentó el jiropuch, el que es hijo de Gustavo viste, que no, que ya está todo programado para el 15, y él justo está en el tema, por lo de los autos y eso. Al parecer también quieren probar el asado de Ruben, supuestamente oyeron en el pueblo de Zupizoreta que era el mejor y desde ahí están con eso en la cabeza, que van a venir a lo del pelado a comerse la mejor tira del continente. Yo voy a llamar al Tuerca Montalva a ver si es cierto lo que dice el jiropuch, me suena medio a chuco todo esto, no vaya a pasar como en Rovaira, que todo el mundo pensaba que iban y al final era flor de paco de una gallega, que tiene una verdulería y entre tomate y lechuga se inventa cosas, quedaron recontra en orsai parece, con las calles todas prontas y nada.

En Villa Calonga ya era un hecho que más allá más acá, llegarían los de Google y su Googlecar, para tomar imágenes del pueblo. Se generó una gran expectativa. De repente los hospedajes comenzaron a invertir en sus fachadas, en adornar mejor sus habitaciones, en comprar almohadas y nuevas sábanas, las ferreterías renovaron parte de su stock, los carteles de tránsito pasaron por una revisión de la municipalidad. Las parrilladas (no sólo la de Ruben) empezaron a ofrecer cortes de mayor calidad, algunas mujeres empezaron a llevar viejos vestidos a las modistas, con alguna idea renovadora. En las escuelas se trató el tema, se explicó qué era lo que venían a hacer, por qué estarían estas personas dando vueltas por el pueblo estos días, se mostró el fruto de trabajos similares en grandes ciudades y el asombro de lo divertido de la herramienta no tuvo límites, los niños pasaron horas jugando y aprendiendo en los rincones más ilustres de la historia de la humanidad en todos los continentes. Se discutieron las ventajas y desventajas en los clubes políticos, se debatieron alternativas al sistema de información, hubo un joven militante que propuso hacer una versión propia para el pueblo y difundirla, y si les iba bien incluso podrían hacerlo en otros pueblos vecinos, en la capital departamental, o quizá también en todo el país, eso dependía de cómo les fuera, claro, pero ellos podían hacerlo también, ya estaban ahí, ahora, conocían las calles, conocían sus rincones, era cuestión de hacerlo. La posada El Rincón Oriental fue la designada por la municipalidad, para ofrecer hospedaje (sin costo claro) al equipo que llegaría el 15, o el 20 o quizá también el mes que viene, dependiendo de cómo les fuera en los destinos anteriores, según se comentaba. La municipalidad la eligió por su prestigio, su historia, su capacidad y su buen servicio. Había otras dos opciones, una quizá compitiera pero allí se había quedado el senador departamental hacía unos años cuando había ido por la campaña nacional, y era preciso compensar las cosas. La otra no pasó la prueba del municipio por falta de higiene en la cocina. Al parecer se vieron dos cucarachas donde no debían estar. El equipo se quedaría dos noches en principio, dependiendo del ritmo de trabajo, quizá tres si la carne de Ruben los atrapaba. El alcalde hizo los llamados pertinentes, ajustó detalles y contactó a la prensa para hacer algunas recomendaciones sobre el abordaje del tema en los medios. Entendía que era una buena oportunidad para hacer mérito y sobresalir. Dar a conocer las virtudes de Villa Calonga en este hecho histórico de ser visitados por tan importante equipo de técnicos y la oportunidad inédita de quedar en la posteridad digital, dando la oportunidad a cada ser humano del planeta con conexión a internet, de conocer cada rincón de ese hermoso pueblo en su más genuina presentación.

Fijate que mañana un monje tibetano desde el Himalaya, va a poder darse una vuelta por nuestros pagos cuando quiera y el tiempo que quiera...siempre que su internet se lo permita claro está. Y si le gusta lo que ve, hasta capaz va y se compra un pasaje y se viene a verlo en persona. A mí eso de que después cualquiera te pueda ver lo que estás haciendo no me gusta, voy a tener que salir toda arreglada a la calle como si fuera a misa todos los días. Pero qué decís, es un auto especial, con un soporte en el techo para las cámaras y los cables conectados a los equipos que tienen adentro. Claro pero al parecer en Zupizoreta se les rompió algo y quieren cambiarlo, ya llevan muchísimos kilómetros y tienen el auto medio fundido, los equipos son de ellos por supuesto, pero el auto y la estructura que los soporta supuestamente quieren reponerla, lo necesitan medio urgente, si querés hablo con el Tuerca Montalva para que lo gestione, aunque está por tener familia aquél, bueno yo lo llamo y si no puede me va a decir.

La noche del día 3 del siguiente mes, llegó una comitiva de avanzada de manera sorpresiva conformada por dos responsables del proyecto, que pasó totalmente desapercibida, quizá hasta confundida por algún ingeniero de la represa en busca de recreación nocturna. El objetivo de estas dos personas que llegaron antes, era ultimar detalles de manera tal que cuando llegara el equipo técnico optimizara su tiempo de estadía en la localidad. Relevaron brevemente el pueblo, localizaron los puntos clave, consultaron por algún lugar de venta de autos y terminaron en la puerta del taller El Bujía Alegre, dirigido por el señor Montalva, que en ese preciso momento se encontraba en el hospital apoyando moralmente el trabajo de parto que su esposa estaba comenzando a realizar. El Tuerca Montalva había recibido un llamado telefónico días previos desde la municipalidad en el que se le daban instrucciones claras y precisas de cómo debía proceder en caso de que se presentase una solicitud o interés por parte del equipo de Google de comprar un auto con determinados requerimientos. Básicamente, debía atender su teléfono incluso en el hipotético caso que estuviera sacando él mismo al recién nacido del vientre de su mujer. Estaba de guardia y punto. Montalva atendió el teléfono y dejó claro que estaría allí a la brevedad. Se apersonó al cabo de 40 minutos, pese a las escasas tres cuadras que lo distanciaban del taller y entregó las llaves del auto que había estado preparando durante varios días, ya previendo el caso, suponiendo que en realidad demorarían un tiempo más en llegar al pueblo, según había escuchado de sus informantes. En la madrugada del día 4 llegó el equipo técnico y se subió al auto que, habiendo permanecido toda la noche escondido en el taller El Bujía Alegre, era un desconocido para el pueblo entero. Sólo Montalva los vio llegar y su estadía en el pueblo fue tan sorprendente como fugaz. Antes de que Gladys pudiera extender la noticia en la peluquería, antes de que la panadería vendiera la mitad de sus flautas, antes de que la ferretería hubiera vendido algo, antes de que abriera el bar de manolo, antes de que Ruben pudiera hacer brasa suficiente para su corte de carne de nivel, antes de que muchos se despertaran incluso, antes de todo eso el equipo técnico ya se había ido. Había desaparecido. No había dejado ni rastro. El pueblo había estado esperando ese momento durante semanas, incluso meses y ya había sucedido todo, ni siquiera fueron vistos, ni siquiera frenaron un minuto, ni siquiera compraron una bolsa de bizcochos, cigarros o lo que fuera, y lo peor de todo, lo que hubiera cambiado mucho las cosas, incluso el destino mismo del pueblo, ni siquiera se salieron del auto para sentarse a comer en lo de Ruben la mejor tira de asado que la historia haya conocido en todas sus épocas. Fue como una aparición repentina de una nave extraterrestre, que pasó de no ser nada, a formar una luz cada vez más brillante y potente hasta dejar de ser visible nuevamente. Se habían ido, no habían dejado nada, excepto lo que se habían llevado y que quizá en unos meses estaría colgado en algún lugar de internet. Ese día nació el hijo del Tuerca, Gugelcar Montalva.