martes, 7 de septiembre de 2010

Sol de setiembre desde adentro

Lentamente el sol va cayendo en el horizonte. Un hormiguero de personas cargando palas, martillos, cintas métricas y mangueras niveladoras se va escurriendo por entre las calles. De todos los pasajes van grupos de personas que van charlando, algunos más alegres, otros más pensativos, unos con esperanza y otros con impotencia y desazón.

En el barrio veo cómo también existen sentimientos bien diversos. Algunos van cerrando las puertas de sus casas rápidamente luego de un día de trabajo, y con cierta ansiedad van aprontando todo para el día siguiente. Otros se detienen para observar en detalle el estado en el que está su terreno, pensando en el día que está terminando e imaginando cómo será mañana. Observan ese hormiguero y piensan, vaya uno a saber qué.

Entro a su casa y sé que no me ven. Estoy frente a ellos pero no lo saben. Los escucho hablar, respirar, los veo moverse y mirarse. Siento su presencia pero ellos no la mía. Me encuentro de repente en una escena que parece cotidiana pero no lo es, pues hoy estuvieron en el barrio un grupo de personas que por lo general no están. Podría ser un sábado más, pero sin embargo hay un aire en el ambiente que hace notar que es diferente.

Vero se termina de tomar ese mate lavado y le comenta a Peco, su pareja, que tiene ganas de empezar a vender ropa en la feria de los domingos después de los partidos de fútbol de Agustín. Le comenta que Agus podría ser de gran ayuda. Peco, pensativo, como absorbido en su pensamientos, le contesta con un “si” que no dice mucho. Ella sigue proyectando su negocio y enseguida imagina todo lo que puede llegar a ser bueno como para vender y así tratar de sacar la familia adelante. Vero sigue hablando, comentándole sobre las estrategias que tiene pensado adoptar, la gente que va a contactar pero ve que Peco le está prestando poca atención.

Peco trata de seguir la conversación pero su cabeza está situada en otro lado, en cómo se ve a sí mismo después del día de hoy. Recuerda cómo estaba hasta hace unas horas, hoy bien temprano en la mañana, antes de comenzar a construir y se ve distinto, siente que ahora está con más fuerzas, con más empuje y piensa por un instante cuánto quisiera que esa sensación permaneciera para poder encarar los desafíos que tiene como padre de familia de un asentamiento. Anhela por un instante lo bien que le haría sentirse con esas fuerzas y con esa motivación para poder transmitirla en su familia y en su barrio. Se siente pleno y lleno de coraje, porque está dispuesto a entregarlo todo, todo por pisar firme fuera del barro y decir presente haciéndose su lugar y el de su familia en este mundo.

Veo que Vero sigue charlando y veo también que mientras habla también piensa, pero piensa de otro modo. Es una mujer más práctica y los discursos impulsivos nunca le han caído muy bien. Aún tiene cierta desconfianza con todo lo que le está pasando. También cree que lo que sucedió hoy en el barrio es algo que puede llegar a generar cambios, pero está segura que ella tiene que seguir adelante con sus ideas porque esa es la verdadera manera con la que puede lograr algún cambio para sus hijos. No está muy convencida que lo que sucedió hoy en el barrio sea algo de lo que aferrarse, porque en definitiva es algo diferente y las cosas diferentes pasan pocas veces. Ella cree en su familia, en sus hijos y en su barrio. Siempre que puede busca apoyarse con los vecinos. Por supuesto no con todos es fácil, porque no todos piensan ni hacen igual, pero está convencida que para logar cambios más profundos tiene que trabajar en conjunto con sus vecinos. Por eso opta por afirmarse sobre lo seguro, sobre su realidad, sobre el día a día y tomar esto que está sucediendo hoy como un empujón pero con cautela, no vaya a ser que por pensar que la salida está ahí uno se vaya a tropezar de la emoción y nunca terminar de salir.

Ahora veo que entra alguien más, Franco, el cuñado de Peco, hermano de Vero, que acaba de terminar de fumarse el cigarrillo. Todavía con olor a humo en el cuerpo, entra a la casa mirando al piso, con cara vacía y sintiendo cómo las miradas de los demás le pesan en las espaldas.

Vero lo mira fijo, diciéndolo todo sin siquiera abrir la boca. Él se da cuenta, pero simula no percatarse para poder seguir como lo ha hecho los últimos tiempos. Vero siente rabia y en el fondo él también. A Vero le duele por ella, por su sacrificio, pero también le duele por él. Hace 7 meses que vive con su hermana y está sin trabajar. Vero le consiguió una changa a través de su patrona pero la terminó dejando. Varias veces lo acompañó a buscar trabajo, pero él, pareciera no estar interesado en nada. Vero trabaja 14 horas por día de lunes a viernes y hace unas semanas que le está dando una mano a su patrona con la cantina del club los sábados hasta el mediodía para tener algún ingreso más. Franco sabe todo esto, pero trata de no saberlo para dejar de ver lo que está pasando.

Enseguida Peco le comenta a Vero algo sobre lo que habían conversado la noche anterior. Él le dice que ella tenía razón y ella le contesta que ya sabía que los voluntarios venían a trabajar porque tiene una compañera en la cantina que vive en una de las cabañas en su barrio. Peco le repite que se sorprendió que hicieran pozo sin chistar, (aunque a alguno le falte práctica quizá), que conversaran naturalmente y que se sintió muy bien compartiendo un plato de comida con esa gente. De hecho Peco se sorprendió a sí mismo, hombre de no muchas palabras, conversando sobre su vida, sobre sus tiempos de joven, sobre sus hermanos y sobre su visión de la vida y de la política, con gente que no conocía prácticamente. Pensó que seguramente sea más sencillo hablar estas cosas con gente que uno no conoce tanto, pero de todas maneras lo había conversado con alguien y eso ya era un comienzo.

Quedan todos en silencio Vero, Franco, Agus y Nati, la beba de 3 meses que cada tanto bosteza como para decir presente en esta noche de setiembre. Luego de ese espacio sin sonidos, Peco mira a Vero y le comenta que cuando terminen la casa, va a salir a buscar bloques para hacer una piecita para los nenes, que el Agus ya está en edad de dormir en un lugar para él y que Nati pronto va a pasar a dormir aparte también, que pronto van a necesitar tener más espacio. Vero sonríe y le da un beso. Le dice al oído que primero hay que dormir bien para mañana, para estar bien fuertes para seguir con la casa y que mañana de noche hablarán sobre el tema.

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