domingo, 11 de abril de 2010

14 000 pies...

Ayer me dormi con una ansiedad que hacia tiempo que no tenia. Hoy puedo decir que me duermo con la conviccion de que no soy el mismo que era hace apenas algunas horas. Pues cambiamos en cada instante, en cada segundo, pero solamente a veces es que nos damos cuenta de esos cambios. Seguramente sea en determinadas experiencias en las que vemos el mundo de otra manera y hacen que apreciemos la vida que tenemos y entendamos una vez mas la necesidad de amar con mas intensidad a quienes decimos amar.
Reitero: hoy afirmo que no soy el mismo que ayer, y de eso estoy seguro. Hoy apoyo mi cabeza en la almohada luego de haber visto el mundo desde 14 000 pies de altura, luego de experimentar la caida al vacio, luego de dar un paso literal al abismo. Si bien esto puede que no tenga la trascendencia espiritual que intento darle aqui, sentir el cuerpo al vacio desde semejante altura, es algo que simplemente no se puede explicar y por ello me merece mi admiracion.

Conoci a Andrew la noche anterior, mientras tomabamos unas cervezas. Me habian comentado que era un gran paracaidista. Charlamos brevemente y luego se fue a dormir. Hoy, cerca de las 8am, me entere que era el quien acompanaria mi descenso paracaidista, quien cuidaria de mis espaldas y quien en definitiva pasaba de ser un completo desconocido a ser de quien mi vida dependeria y por ello quiza alguien que me merecia mas que respeto.

La aguja del altimetro analogico sigue subiendo, y a gran velocidad. De hecho, el momento esta casi inmediato. Estamos a 8000 pies, faltan unas decenas de segundos y la luz verde acompanada de la voz gruesa del joven piloto (23 anos) esta por ser anunciada. Andrew me comenta que la primera vez que se tiro fue en 1994. La imagen de mi mismo en pantalones cortos, yendo a mis primeros dias en la escuela en esos anos habla de tiempos lejanos y eso me tranquiliza. En la tripulacion somos diez: nueve hombres y una mujer, cuyas nacionalidades se distribuyen en 6 estadounidenses, 3 asiaticos y un sudamericano. El humor negro y los chistes de hombres cuyos paracaidas fallan se hacen presentes en esos momentos previos. A modo de catarsis opto por reir. Una serie de carcajadas de larga duracion toman control de mi cuerpo y pronto siento que estoy en un espectaculo de Gasalla. Acompanada de la risa incesante vienen golpes suaves en el hombro de mi companero a modo de buscar cierta complicidad en esa mezcla de sensaciones. Me mira y me doy cuenta que siente lo mismo, se rie, y pronto el tampoco puede parar de reir. A mi mente viene la imagen de gente que conozco. No son familiares. Sino mas bien, gente que alguna vez paso por mi vida y quedo grabada como gente, que desde mi punto de vista y juicio, tomaban riesgos en sus vidas, riesgos que los mantenian vivos y riesgos que los llenaban de libertad. Son seres cercanos algunos y otros casi anonimos. Pero todos tienen el riesgo en comun. La aguja ya marca 12 000 pies y ahora si que estamos cerca. Me arrodillo en pose de rezo en una situacion de cuasi relacion con Dios que no tiene fines espirituales sino mas bien practicos. Segundos mas tarde, se enciende la luz verde y se abre la puerta. Sin dudar un segundo, en un estado de frenesi salta el pionero. Sin tiempo para pensar demasiado se que me toca a mi. A mis espaldas esperan las otras 8 personas que aun quedan en el avion. Ahora ya de pie, con los pies apoyados en el borde la puerta, mitad en el marco de la puerta y mitad al aire, me balanceo, tomo impulso y salto.

1 Minuto de Caida Libre
Mi cuerpo, ahora en caida libre, baja a una velocidad cada vez mas rapida. Con la inercia de la velocidad del avion, entro en una trayectoria que viborea en lo alto. Pongo los brazos en forma de L, las piernas flexionadas y las lumbares y pectorales tensionados para alcanzar la postura adecuada. De pronto me encuentro con que mi cuerpo esta en la posicion perfecta y que solo resta disfrutar. Se que lo estoy haciendo bien y no hay riesgo alguno, (aparente). El ruido y frenesi no me deja pensar mucho, se que caigo a una velocida de unos 200km/h, pero no siento tal cosa. Por momentos me siento inmovil en medio de un tornado cuyo estruendo llena toda capacidad sonora en mis oidos. Mi boca sigue cerrada y respiro profundamente con mi nariz un aire con menos presion y oxigeno, pero de una pureza dificilmente alcanzada.

8 Minutos de armonia celestial
Siento un tiron de una fuerza importante, siento que tensiona mis piernas y hace fuerza en todo mi cuerpo, en mis hombros y espalda. Enseguida siento la tranquilizadora voz de Andrew que me explica que eso es la apertura del paracaidas y que, por ahora, no tiene pensado dejarme caer. Se acaba el estruendo continuo que goberno mis oidos en los ultimos 60 segundos y comienza otra etapa del salto. Se acaba la adrenalina pura, el riesgo al maximo para comenzar un viaje placentero y tranquilo con paracaidas abierto, velocidad controlada y un estado de Georgia que espera por ser aterrizado. De hecho el silencio gobierna, la nada se escucha en lo alto, y los sonidos del vacio se hacen presentes en esa armonia celestial. Miro un cielo despejado, ni una nube y siento un placer indescriptible. Un sol que siento mas cercano que nunca. Un sol que me abraza y me acompana, como fiel testigo de las alturas. Miro, por primera vez desde el salto en el avion, hacia arriba y noto la evolucion de los saltos de mis companeros. Veo que estamos, todos, en un viaje colectivo de paz y conexion con la tierra desde lo alto. Veo como contemplan y admiran la belleza de la pequenez de nuestro planeta desde bien arriba. De hecho, es ahi que siento tocar el techo del planeta, de estar mas cerca del fin del globo. Le siguen varias maniobras que permiten balancearme en el paracaidas, girar, dar vueltas y apreciar en 360 la hermosura de La Tierra.

Aterrizo sano y salvo, levantando las piernas, besando la Pachamama, hermosa madre tierra, firme y segura, que nos da de comer y que ahora es la base de mis pies luego de haber pasado uno de los momentos mas impresionantes e indescriptibles que haya vivido. Sin dudas una experiencia que nunca olvidare y que guardo en mi cabeza bajo la caratula de la imagen del paso al vacio en el momento de luz verde al saltar de los 14 000 pies.

Ademas de saltar, tuve oportunidad de pasar 3 dias con la comunidad paracaidista, durmiendo en el angar, a pocos metros del avion que me transportaria al cielo, conviviendo con seres sumamente interesantes, algunos de ellos con poco arreglo mental, otros con historias de experiencia militar y sin dudas con un estilo de vida bien diferente. Adentrandome una vez mas con el "Deep South", pude apreciar como los surenos viven, piensan, trabajan, y suenan desde la tierra y el cielo. Conoci un musico de country encargado de "armar los paracaidas", y que procuraba la seguridad de los mismos y puedo asegurar que para el diminuto pueblo georgiano de Thomaston, los 4 extranjeros paracaidistas fuimos un "big buisness", pues hasta en la estacion de nafta, sabian de la presencia de 3 asiaticos y un sudamericano que habian llegado a sus tierras con ansias de tocar el techo del cielo con sus manos y experimentar algo que seguramente quedara marcado para siempre en sus memorias.
Quien me estrecha su mano en la foto, es Andrew, paracaidista de pura cepa.


2 comentarios:

  1. Increible Mauricio. Despues de todo lo que me contaste y de lo que has escrito, realmente que me hubiera gustado tener esa aventura tambien! Lo pongo en mi lista de cosas que quiero hacer antes de morir ;)

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  2. Como relato, muy bueno. Te hace vivir el momento con la intensidad con que lo viviste. Pero...qué necesidad! Tratá de volver enterito!

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