jueves, 24 de febrero de 2011

Enero del ´82

Es después de un fuerte período de exámenes cuando uno baja la pelota al piso y piensa en hacer todo lo que tuvo ganas de hacer mientras estaba bajo la presión insalubre del estudiante. Ponerse a punto con algunos amigos que hace días que no ve o que no llama, conversar con los vecinos, hacer sobremesa prolongada con la vieja, ponerse a leer algo que a uno le gusta. En definitiva, hacer que los platillos del malabarista de circo sigan girando, dándole impulso a los más desatendidos en las últimas semanas y lograr que la máquina siga sin perder el equilibrio. Buen momento para frenar un instante y mirar hacia adelante con perspectiva, volver a ser persona y tomar impulso para los próximos desafíos.
Así me encontraba, luego de comprar unos sombreros para hornalla en la zona de repuestos, pedaleando de casquete hacia la zona de libros amarillentos, en la calle Tristán Narvaja. No andaba con demasiado tiempo como para hacer un estudio de mercado y además ya sabía lo que buscaba. Era precisamente un libro que me habían recomendado y que me había atrapado el relato de quien me lo había contado, cosa que en general no tiene por qué suceder. Se trataba de "La guerra del fin del mundo".
Comprar libros usados implica básicamente dos cosas: por un lado gastar menos al costo de mayor nivel de amarillo en las hojas y por otro lado imaginar la historia previa del libro con la condena absoluta de nunca saber realmente lo que sucedió con él antes de llegar a las manos de uno, desconocer por completo los motivos de la venta al local y más aún desconocer absolutamente la vida del lector o los lectores anteriores.
En mi caso hay algo que provocó una sonrisa al llegar a mi casa y ver en la primera hoja una hermosa dedicatoria de alguien que seguramente quiso mucho a alguien más y que ese alguien más o sus familiares o los ladrones de su bolso tuvieron el coraje de salir a pedir dinero por ese libro que quizá haya significado mucho o quizá no, quizá la venta haya sido motivada por una ruptura amorosa o quizá no. El hecho es que ahora tengo un libro que en teoría me pertenece pero que tiene fecha antes de mi nacimiento y tiene una dedicatoria que no es para mí, sino para alguien más.
"Para mi querida Gaga, por muchos años.
Héctor
Enero ´82"

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